El Esclavo.
El esclavo era considerado un ser humano inferior que “pertenecía” a un dueño. Para los romanos, el destino natural de los esclavos era servir a sus amos con entrega y fidelidad. Los esclavos formaba parte de la familia y, por lo tanto, se les “quería” y se les castigaba. No había reglas para tratar a un esclavo porque éste no tenían ningún derecho y estaba completamente sometido al poder de su amo. Pero también se dio el caso de que hubiera esclavos que inspiraban temor ya que era común que las relaciones que mantenían con sus propietarios se tornaran de afecto a odio y desembocaran en crímenes.
Los esclavos servían a muy diversos fines. Hubo esclavos que eran funcionarios públicos que se ocupaban de los asuntos administrativos del príncipe, que era su amo. Incluso hubo esclavos que tenían más bienes e influencia que otros hombres libres. Había esclavos que tenían profesiones como arquitecto, maestro de gramática, cantor, comediante. En el otro extremo, había esclavos que se dedicaban al trabajo rural (campesinos) o artesanal (alfarería, etc.). Había esclavos que administraban el trabajo de otros esclavos. Entre las clases altas, cada familia tenía decenas de esclavos sirvientes y las familias de clase media contaban con dos o tres esclavos.
El sometimiento de los pueblos vecinos aportaba un parte mínima de los esclavos pues la mayoría de ellos provenían principalmente de la reproducción de otros esclavos, de niños abandonados en santuarios o basureros públicos y de la venta de niños u hombres libres como esclavos. Los hijos de una esclava, quienquiera que fuese su padre, eran propiedad del amo y éste podía decidir si se quedaba on el bebé, lo regalaba o lo mataba. A muchos esclavos se les colocaban collares de bronce donde se indicaba a quién pertenecían.
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